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4° A MEDIO

(02/11/2010)

LITERATURA LATINOAMERICANA
 




La literatura latinoamericana surge, estrictamente, con el advenimiento del modernismo de José Martí, Rubén Darío, José Asunción Silva, apartándose del cánon europeo.

El momento de mayor auge de la literatura latinoamericana surge mediante el denominado “Boom” a partir de 1940 y que se corresponde con la denominada literatura real-maravillosa.

Se conoce como Boom latinoamericano o como promoción del Realismo mágico a una serie de escritores de la segunda mitad del siglo XX, promocionados en Europa a partir del éxito que supuso la publicación de la novela "La Ciudad y los Perros" de Mario Vargas Llosa, la cual tuvo un papel histórico en la divulgación de autores latinoamericanos en el continente europeo.

A mediados de la década de 1960, tras la publicación de una serie de novelas decisivas que impactaron (y continúan haciéndolo) en los países hispanohablantes, estalló un extraño fenómeno, posteriormente denominado "boom latinoamericano". Este hizo recaer la atención a nivel mundial sobre la literatura hispanoamericana, ya que durante su desarrollo se había consolidado un nuevo estilo de narración. Este estilo apuntaba a mostrar de una forma directa y concisa, la realidad social de América latina. Otras "novedades" que presentaba este estilo eran: la ampliación de temas, indistintamente rurales o urbanos, la integración de lo real y lo fantástico, la renovación de las técnicas narrativas y la frecuente experimentación con el lenguaje. En el caso de Rayuela (1963), del argentino Julio Cortázar, se aplicaron en forma notable las técnicas de la vanguardia literaria, al proponerse diversas formas de lectura de la novela. El brillante estilo de Cortázar y su maestría en la dislocación de situaciones familiares, así como la introducción de distorsiones espaciales y temporales, pudieron expresarse enteramente en sus tan populares relatos. Otro escritor argentino de muy alto nivel fue Ernesto Sábato quien escribiendo El túnel (1948), Sobre héroes y tumbas (1961) y Abbadón el exterminador (1974), afirmó en sus novelas, de gran complejidad intelectual, la infelicidad del hombre en la sociedad contemporánea.

Sus temas constantes son la fusión de lo real, lo ideal y lo fantástico, urgencia de crear una literatura distinta, ajuste de su producción al avance de las comunicaciones, solución de problemas morales, psicológicos y sociales

El boom latinoamericano se desarrolló y se desarrolla en diferentes fases. Entre los más destacados autores de la primera, figuran los argentinos Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Ernesto Sábato, Manuel Mujica Láinez, Manuel Puig y Adolfo Bioy Casares; los colombianos Gabriel García Márquez y Álvaro Mutis, los mexicanos Octavio Paz, Juan Rulfo y Carlos Fuentes; los cubanos Alejo Carpentier, José Lezama Lima y Guillermo Cabrera Infante; los peruanos Mario Vargas Llosa, Alfredo Bryce Echenique y José María Arguedas; los uruguayos Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti; los chilenos José Donoso y Jorge Edwards; el paraguayo Augusto Roa Bastos; el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el venezolano Arturo Úslar Pietri.

En una segunda fase el boom prosigue con escritores como los chilenos Roberto Bolaño e Isabel Allende, el argentino César Aira, el colombiano Fernando Vallejo, el cubano Reinaldo Arenas, el mexicano Jorge Volpi, el peruano Jaime Bayly y otros como Laura Esquivel, Rodrigo Fresán, Ángeles Mastretta, Luis Sepúlveda, Gioconda Belli, Cristina Peri Rossi, etc.


REPRESENTANTES DEL BOOM LATINOAMERICANO

ARGENTINA:

• José Luis Borges: (1898-1986). Entre sus obras: "Fervor de Buenos Aires", "Luna de Enfrente", "El Aleph", "Historia Universal de la Infamia", "Ficciones", " Elogio de las Sombras", "informe de Crodie", "Oro de los Tigres", "Inquisiciones" e "Historia de la Eternidad". Escribe cuentos que el mismo ha definido como Ficción o Símbolo, con personajes reales o imaginarios que se mueven entre la realidad, la irrealidad y la sátira.


• Julio Cortázar: nació en Bélgica en 1914 y murió en Paris en 1985, fue influenciado por Borges. Entre sus narraciones tenemos: "Final del Juego", "Bestionario", "Las Armas Secretas", "Todos los juegos el fuego", los cuentos "Rayuela" y los "Premios", novelas: "Historia de Cronopios" y la "Vuelta al día en 80 mundos". Su principal obra fue la novela Rayuela.



COLOMBIA

• Gabriel García Márquez (1920), Obras: "Cien Años de Soledad", "La Hojarasca", "El Coronel No tiene Quien Le Escriba", "El Otoño del Patriarca", "Crónica de una muerte Anunciada", "El Amor en los tiempos Del Cólera", "Los Funerales de Mama Grande", "Ojos de Perro Azul" y la "Increíble Historia de la Cándida Eréndida y la Abuela Desalmada".

Este escritor se convirtió en culminador exitoso del realismo mágico.

CUBA

• Ajejo Carpentier (1914.1982), profundizó en los estudios de música e incorporó los estudios musicales a la creación prosista. Sus Obras: "Los Pasos Perdidos", "El Siglo de las Luces", "El Recurso del Método", "Guerra del tiempo", “Novelas de las Antillas, ensayos convergentes y la música en Cuba”. Características. La música es columna vertebral de todo lo que escribe. La realidad es ofrecida a través de un mundo vividamente auténtico, manejo virtuoso de imágenes y metáforas sonoras y vivientes. Las novelas que más renombre han dado a Carpentier son: "El Siglo de las Luces" y "El Recurso del Método".

CHILE

• Pablo Neruda: (1904-1973): Durante su carrera tomó características de las diversas escuelas poéticas que surgieron durante el siglo XX; especialmente a partir del Modernismo. Su popularidad se debió a un librito popular, fogoso y apasionado, llamado "Veinte Poemas de Amor y una canción Desesperada". Además, escribió: "Crepusculario", "Residencia en la tierra", “España en el Corazón", "Canto General" y "Odas Elementales", "Confieso que he vivido", Memorial de Isla Negra.

PERÚ

• Mario Vargas Llosa(1936). Saltó a la fama gracias a su novela "La ciudad y los perros”. Allí reúne todo el odio y la violencia propios de una gran ciudad. También escribió "La Casa Verde", "Los Cachorros", "Pantaleón y las Visitadoras", "Conversaciones en la Catedral", "La tía Julia y el Escribidor". Características. Complejidad técnica. Donde se superponen monólogos interiores, diálogos, acciones, tiempos y discurrir de los personajes, estructura narrativa cuidadosamente perfeccionada, estilo vigoroso, implacable, duro, crudo, descripciones escuetas. Uno de los relatos más eficaces del novelista limeño se llama "Día Domingo".

OBRAS Y AUTORES LATINOAMERICANOS (1930 – 2000)

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GARCÍA MÁRQUEZ. LA NARRATIVA CONTEMPORÁNEAY EL REALISMO MÁGICO.


Narrativa Contemporánea.
Desde principios de siglo, la narrativa, como otras manifestaciones de la cultura y el arte, ha vivido hondas transformaciones. Es imposible estudiar aquí a todos los novelistas que se han distinguido en tal proceso. Siguiendo a una critica unánime, es indispensable destacar a cuatro: Proust, Kafka, Joyce y Faulkner. Hablemos un poco de sus aportaciones al género.

Marcel Proust (1871-1922) ocupa un primerísimo puesto en la historia de la novela, gracias a su ingente obra En busca del tiempo perdido, que constituye una culminación y, a la vez, una superación de la novela psicológica del XIX (Dostoievsky), con decisivas novedades estructurales. Su autor, enfermizo y dotado de una sensibilidad agudísima, reconstruye en miles de páginas toda una vida y todo un mundo. Se diría que la novela es, para él, “un espejo que se pasea a lo largo de la memoria”. Proust lleva al extremo la introspección y el autoanálisis, a la vez que aplica una inusitada capacidad de observación en unas descripciones magistrales por su minuciosidad y sutileza. Además, desborda lo puramente narrativo para incluir reflexiones psicológicas y morales que dan aire de ensayo a muchas de sus páginas. Por ello, con Proust, la novela rompe sus fronteras tradicionales para incorporar elementos propios de otros géneros. Otra novedad de su estructura es la libertad con que se suceden las evocaciones, ajenas muchas veces al orden cronológico. Proust iniciaba la transformación de la narrativa, dotada de nuevos horizontes y nuevos poderes.

Sin duda, nadie ha ido más lejos por las vías de la experimentación narrativa que James Joyce (irlandés, 1884-1941). Su gloria se debe a Ulises (1922), que cuenta un día en la vida de Leopold Bloom en Dublín; es una audaz transposición de La Odisea. El héroe clásico queda convertido en el nada heroico protagonista; la fiel Penelope será Molly, su esposa infiel; el episodio de Circe transcurre en un burdel; el de Eolo y los vientos, en la redacción de un periódico; el de los Cíclopes, en una taberna, etc. Es una sistemática destrucción de mitos que, a la vez, revela una agria concepción de la humanidad. Por otra parte, la obra está escrita en las más variadas técnicas: narración, debates dialécticos, parodias del lenguaje jurídico, monólogo interior, etc. Y el estilo presenta multitud de registros y recursos: arcaísmos, cultismos, vulgarismos, onomatopeyas, aliteraciones, juegos fonéticos intraducibles... Pocas veces se han exprimido tanto las posibilidades de una lengua, incluso las habitualmente proscritas. En conjunto, el Ulises constituye una absoluta ruptura con la narrativa tradicional, acaso la más profunda revolución jamás realizada en la novela. Su influencia ha sido incalculable.

William Faulkner (1897-1962) es, sin duda, la máxima figura de la “generación perdida” norteamericana (lost generation), que cuenta con autores de la talla de John Dos Passos, Steinbeck, Hemingway, Scott Fitzgerald, etc. Marcados por los horrores de la Guerra del 14 y lúcidos ante la crisis de su país, son hombres desengañados y en franca ruptura con los valores de la sociedad. Pero, a la vez, llevaron a cabo, en el

periodo de entreguerras, una espléndida renovación novelística. Faulkner se caracteriza, ante todo, por los tonos sombríos con que pinta un mundo en descomposición, el del imaginario condado de Yoknapatawpha (que nos recordaran al Macondo de García Márquez). Frente al realismo, adopta un enfoque alucinante, de inusitada fuerza, servido por una extraordinaria capacidad de dar verdad a lo excesivo, lo anormal, lo macabro o lo grotesco. A ello se añade un intenso sentido poético y una prosa admirable. Sus novelas, difíciles, exigen un continuo esfuerzo del lector. El autor nunca explica: se limita a presentar escenas, pero de modo inconexo, sin ponernos en antecedentes sobre los personajes, saltando partes de la anécdota con audaces elipsis, etc. Pero el resultado subyuga. Los cambios de punto de vista, la elusión de acontecimientos y el desorden cronológico son asimismo rasgos de sus novelas.

Entrados los años 50, se desarrolla en Francia el llamado nouveau roman (“nueva novela”) que se alza contra las formas narrativas tradicionales y enlaza con los grandes innovadores citados. Apunta a la pura subjetividad: solo les interesa lo real en cuanto que revele procesos de conciencia en medio de un mundo en que todo es incierto. El subjetivismo es, pues, rasgo dominante de estas novelas casi siempre difíciles y que, una vez más, requieren una actividad activa del lector.

Aquí, por ultimo, debe tenerse especialmente presente la renovación aportada por la narrativa hispanoamericana. En los años 60, se produce el llamado Boom o auge de la novela latinoamericana. El descubrimiento de autores como Cortázar, García Márquez o Vargas Llosa seduce a los lectores europeos, junto al renovado interés por autores más veteranos como Borges, Asturias, Carpentier o Rulfo. Todos ellos nos traen nuevos enfoques (la imaginación, el “realismo mágico”, etc.), servidos por nuevas técnicas y por un lenguaje asombrosamente rico.


Orígenes de la Literatura Hispanoamericana.

Aunque algunos piensan que surge con el advenimiento a fines del siglo XIX del Modernismo de José Martí, Rubén Darío, José Asunción Silva, apartándose de un canon literario específicamente europeo, encuentra ya sus señas de identidad en el periodo colonial y en el Romanticismo cuando a principios del siglo XIX se liberaron las distintas repúblicas hispanoamericanas, proceso que termina finalmente en 1898 con la pérdida por parte de España de sus colonias insulares de Cuba y Puerto Rico en América, y Filipinas en Asia.

Es habitual considerar que el momento de mayor auge de la literatura hispanoamericana surge con el denominado Boom a partir de 1940 y que se corresponde con la denominada literatura del Realismo Mágico o real-maravillosa.

Intento de definición.

Cualquier reflexión sobre la literatura hispanoamericana establece de inmediato una doble característica aparentemente contradictoria: la unidad y la diversidad; la unidad de

las letras hispanoamericanas viene dictada por la comunidad del idioma, por el hecho radical de compartir el español como lengua común. En cuanto a la diversidad, puede decirse que es una de las consecuencias históricas de la formación de las nacionalidades en América. De ahí que en el contexto latinoamericano la clasificación literaria por grupos nacionales pierda de vista las afinidades entre movimientos, la confluencia de estilos, la idéntica preocupación por una temática, la unidad, en suma, de un hecho literario que se expresa en una misma lengua con una portentosa gama de peculiaridades regionales

Cabe anotar que la denominación de literatura hispanoamericana se concentra en la literatura producida en lengua española, a diferencia de la iberoamericana que, además de incluir la producción europea, reconoce el aporte peninsular (portugués y español) en la conformación de estas literaturas. Y luego latinoamericana (países con idiomas derivados del latín).

Boom Latinoamericano. Realismo Mágico.

El Boom

El Boom Latinoamericano hace referencia a la literatura hispanoamericana publicada a partir del tercer cuarto del siglo XX que dio difusión en Europa a autores del sur del continente americano. Las novelas del Boom se distinguen por tener una serie de innovaciones técnicas en la narrativa latinoamericana, desarrollando el Realismo Mágico y Lo real maravilloso, e introduciendo técnicas vanguardistas de narración. Escritores como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, José Donoso o Carlos Fuentes, son algunos representantes de esta “corriente”.

Consecuencias.

Esta transformación contribuyó, de igual forma, a desarrollar la originalidad y la creatividad de los escritores, ya que la invariabilidad de las narraciones de esa época, y las rígidas reglas que estaban establecidas, habían hecho dormir muy profundamente a la imaginación, y los hacían crear historias huecas y sin sentido. Los precedentes claros serían Jorge Luis Borges -para muchos el nombre nuclear de la literatura latinoamericana-, Juan Rulfo, Alejo Carpentier y Miguel Ángel Asturias. Además, se establece otro momento que nace después del Boom, que ha sido llamado el Posboom, en el cual resuenan los nombres de Isabel Allende, Tomás Eloy Martínez, Laura Esquivel, Luis Sepúlveda, Jaime Bayly, entre otros.

Realismo Mágico.

El Realismo Mágico es la respuesta latinoamericana a la literatura de mediados del siglo XX. Entre sus principales exponentes están el guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el colombiano Gabriel García Márquez, ambos galardonados con el Premio Nobel de Literatura, aunque muchos aclaman como padres del Realismo Mágico a autores como Borges o Juan Rulfo. Este movimiento se desarrolló muy fuertemente en las décadas del 60 y 70, producto de las discrepancias entre dos visiones que convivían en Hispanoamérica en ese momento: la cultura de la tecnología y la cultura de la superstición. Además, surgió como modo de reaccionar mediante la palabra a los regímenes dictatoriales de la época.

El Realismo Mágico se define como la preocupación estilística y el interés de mostrar lo irreal o extraño como algo cotidiano y común. Es, sobre todas las cosas, una actitud frente a la realidad. Una de las obras más representativas de este estilo es Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

Pretende dar verosimilitud interna a lo fantástico e irreal, a diferencia de la actitud nihilista asumida originalmente por las vanguardias como el surrealismo.

Una vez Gabriel García Márquez dijo: Mi problema más importante era destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece fantástico. Porque en el mundo que trataba de evocar, esa barrera no existía. Pero necesitaba un tono inocente, que por su prestigio volviera verosímiles las cosas que menos lo parecían, y que lo hiciera sin perturbar la unidad del relato. También el lenguaje era una dificultad de fondo, pues la verdad no parece verdad simplemente porque lo sea, sino por la forma en que se diga.

Aspectos destacables del Realismo Mágico:

Los siguientes elementos están presentes en muchas novelas del Realismo Mágico, pero no necesariamente todos se presentan en las novelas y también otras obras pertenecientes a otros géneros pueden presentar alguna que otra característica similar.

• Contenido de elementos mágicos/fantásticos, percibidos por los personajes como parte de la "normalidad".

• Elementos mágicos nunca explicados.

• Presencia de lo sensorial como parte de la percepción de la realidad.

• El tiempo es percibido como cíclico, no como lineal, según tradiciones disociadas de la racionalidad moderna.

• Se distorsiona el tiempo, para que el presente se repita o se parezca al pasado.

• Transformación de lo común y cotidiano en una vivencia que incluye experiencias "sobrenaturales" o "fantásticas".

• Preocupación estilística, partícipe de una visión "estética" de la vida que no “excluye la experiencia de lo real”.

• El fenómeno de la muerte es tenido en cuenta, es decir, los personajes pueden morir y luego volver a vivir.

El Teatro del Absurdo

El Teatro del Absurdo es un término empleado por el crítico Martin Esslin en 1962 para clasificar a ciertos dramaturgos que escribían durante la década de 1950, principalmente franceses, cuyo trabajo se considera como una reacción contra los conceptos tradicionales del teatro occidental.

El término, que se acuña como alternativa al de anti-théâtre o nouveau théâtre, ha pasado ya a designar sobre todo el teatro de Samuel Beckett, Eugène Ionesco, Fernando Arrabal, las primeras obras de Arthur Adamov y Jean Genet.

Muchas de las preocupaciones de este teatro encuentran su motivación teórica en los escritos de Antonin Artaud en “El Teatro y su doble” (1938) y, de alguna manera, en la noción brechtiana de Verfremdungseffekt (efecto alienante), mientras que la comicidad bufonesca tiene sus raíces en las películas de Charles Chaplin, Stan Laurel y Oliver Hardy, los Hermanos Marx y Buster Keaton.

Tomando como punto de partida lo absurdo de la vida, visto de forma palpable y no como evocación, tal y como sucedía en el teatro de Giraudoux, Anouilh, Sartre y Camus, el teatro del absurdo no es un movimiento o una escuela y los autores presentan un panorama heterogéneo. Lo que tienen en común es el rechazo generalizado del teatro realista y su base de caracterización sicológica, estructura coherente, trama y confianza en la comunicación dialogada.

A través de procesos de desfamiliarización y despersonalización, estos dramaturgos, ferozmente anticartesianos, desmontaban las estructuras del lenguaje, la lógica y la conciencia convencionales.

Samuel Beckett

La aceptada creencia de que el mundo tiene sentido (un mundo que poco tiempo antes había sufrido las experiencias de Hiroshima y los campos de concentración) es subvertida y reemplazada por un mundo donde las palabras y las acciones pueden ser completamente contradictorias.

Sin embargo, lo que se propone no es tanto el sin sentido como una perpetua prórroga del sentido, sino mostrar una realidad oculta y amarga que subyace en la idea de felicidad y confort del modo de vida burgués.


Cada obra crea sus propios modelos implacables de lógica interna, a veces triste (como en la obra de Beckett “Esperando a Godot”, 1952), patética (también en Beckett, “Fin de partida”, 1957), angustiosa (en la obra de Ionesco “La lección”, 1950), cómica (también en otra obra de Ionesco, “La cantante calva”, 1950), macabra (e n la obra de Arrabal, “El cementerio de automóviles”, 1958), humillante (en la obra de Adamov “El profesor Taranne”, 1953), o violenta (como sucede en la obra de Genet “El Balcón”, 1957).

Todas ellas, sin embargo, tienen en común la presentación de una realidad grotesca.

El cuestionamiento de los referentes, alineados dentro o fuera del escenario, afecta a tres áreas fundamentales: el personaje (que puede cambiar de sexo, personalidad o estatus), la trama (que a menudo es circular, no va a ninguna parte y rechaza cualquier resolución estética) y los objetos (que pueden proliferar hasta el punto de expulsar a los personajes, como pasa en las obras de Ionesco, o pueden también ser reducidos al mínimo, como sucede con Beckett, para enmarcar la temática del vacío y la nada).


PÁGINAS RECOMENDADAS













23/08/10
MATERIAL DE LECTURA
Ensayos


A continuación  encontrarás cuatro ensayos sobre diferentes temáticas, escoge uno de ellos y leelo en profundidad.


El derecho de soñar
de Eduardo Galeano
escritor uruguayo


Vaya uno a saber cómo será el mundo más allá del año 2000. Tenemos una única certeza: si todavía estamos ahí, para entonces ya seremos gente del siglo pasado y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.

Sin embargo, aunque no podemos adivinar el mundo que será, bien podemos imaginar el que queremos que sea. El derecho de soñar no figura en los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron en 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed.

Deliremos, pues, por un ratito. El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies.

°  En las calles, los automóviles serán pisados por los perros.

°  Los cocineros no creeerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas.

°  La policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla.

° El aire estárá limpio de los venenos de las máquinas, y no tendrá más contaminación que la que emana de los miedos humanos y de las humanas pasiones.

° Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos. Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas.

° La justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda.

° La gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el televisor.

° El mundo ya no estará en guerra con los pobres, sino contra la pobreza, y la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra por siempre jamás.

° Una mujer, negra, será presidente de Brasil y otra mujer, negra, será presidente de los Estados Unidos de América.

° Una mujer india gobernará Guatemala y otra, Perú.

° El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será tratado como la plancha o el lavarropas.

° Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión.

° En Argentina, las locas de la Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental, porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria.

° La gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar.

° Los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle.

° La Santa Madre Iglesia corregirá algunas erratas de las piedras de Moisés:
          ° El sexto mandamiento ordenará: "Festejarás el cuerpo".
          ° El noveno, que desconfía del deseo, lo declarará sagrado.

° En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a hacer el servicio militar, sino los que quieran hacerlo.

° Los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos.

° La Iglesia también dictará un undécimo mandamiento, que se le había olvidado al Señor: "Amarás a la naturaleza, de la que formas parte".

° Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.

° La educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla.

° Todos los penitentes serán celebrantes, y no habrá noche que no sea vivida como si fuera la última, ni día que no sea vivido como si fuera el primero.



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"Una visión critica sobre el terrorismo contemporáneo"
Por: Fred Alberto Alvarez Melo

En las últimas décadas la sociedad ha sido víctima de uno de los peores flagelos hasta ahora conocidos: el terrorismo, que es un hecho expresivo de violencia que se lo puede ver durante toda la historia (conquistas, guerras) con sus más variadas formas de expresión y crueldad.
Si pudiera dar una primera definición general de terrorismo mencionaría que, de acuerdo con la Resolución 1269 del Consejo de Seguridad, un acto terrorista es cualquier acto destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o cualquier otra persona que no participe directamente en las hostilidades en una situación de conflicto armado, cuando, el propósito de dicho acto, por su naturaleza ó contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo.

Así, el terrorismo se constituye así tanto en el ámbito interno como en el mundial, como en una vía abierta a todo acto violento, degradante e intimidatorio, y aplicado sin reserva o preocupación moral alguna. No es, por lo tanto, una práctica aislada, reciente ni desorganizada pero no por ello estructurado.

Los fines buscados por esta forma de “guerra”ii no convencional pueden tener fines políticos, religiosos, culturales y lisa llanamente la toma del poder por un medio totalmente ilícito. Por dichas causas, el mundo se ve sacudido diariamente con noticias de atentados producidos en la vía pública, donde pierden la vida gente inocente y totalmente ajena a esa “guerra” o intereses diversos.


Después del llamado “Martes Negro” se puede hablar de un renacimiento del terrorismo, ya que dentro de los temas que abarca el concepto de Seguridad Internacional; el terrorismo recobra importancia y es visto como el enemigo del mundo, este enemigo esta dispuesto a atacar en cualquier momento a cualquier actor de la Sociedad Internacional y por lo tanto el combatirlo es uno de los objetivos primordiales de los Estados.


El concepto Guerra y Revolución
Referirnos a estos dos grandes conceptos aterrizándolos en el ámbito que nos compete, es necesariamente un análisis mecanizado de lo que, a mi parecer, me parece la relación entre estos términos y el terrorismo, en general.

Guerra, en el sentido más generalizado, se puede entender como el enfrentamiento entre dos o más entes para conseguir fines específicos. En las guerras civiles internas, son dos partes contrastantes ideológicamente dentro de un mismo Estado las que entran en constante contienda. Desde mediados del siglo pasado, el término guerra adquirió un nuevo y renovado sentido. No necesariamente tendría que referirse a un acto destructivo mediante el cuál se dieran enfrentamientos sangrientos, matanzas, frentes armados y todo este tipo de luchas físicas, legítimamente constituidas. Con el inicio de la llamada “Guerra Fría” apareció una tipología estrictamente ideológica en la que no necesariamente tenía que usarse el medio violento para dicha contienda.

Relacionándolo con el fenómeno del terrorismo. La guerra juega un papel temporal en alguna etapa del fenómeno. La más clara es la que queda entendida como un fenómeno consecuente al terrorismoiii, y esto fue claramente ejemplificado con los atentados del llamado Martes negro en Estados Unidos. Esto revolucionó por completo los sistemas de defensa y seguridad nacional de dicho país, generando un cambio en el sistema político y en la manera de recibir insumos ante las demandas y el temor de la gente.iv Aquí es donde se puede entender mejor el concepto de “revolución” dentro del fenómeno del terrorismo.

En estricto sentido, la revolución es entendida como el cambió o la modificación en la estructura interna del sistema político de cierto Estado.v En el caso del 11 de Septiembre no solo fueron las modificaciones que se hicieron en la estructura interna de gobierno, ni la creación de secretarias y departamentos nuevos encargados del tema de seguridad, ni el aumento tan grande de presupuesto en esos rubros, sino que ese fenómeno contribuyó, también, a influir en el resultado electoral que tres años más adelante aconteció en ese país.


Tipos de terrorismo
Terrorismo de liberación nacional: Es entendido como el asesinato deliberado de gente inocente de manera azarosa, con la finalidad inmediata de propagar el miedo y el terror en toda la población para así poder alcanzar objetivos políticos, ideológicos y religiosos. Ejemplo: la IRA o disidencia del ejército republicano irlandés, a quienes se les atribuye el atentado del carro bomba en Omagh que en 1998 dejó 29 muertos, y la ETA, organización fundada en España en 1959 que lucha por lograr la independencia del País Vasco (norte de España y sur de Francia). Ha matado a más de 800 personas, incluyendo al presidente del gobierno español Luís Carrero Blanco, en 1973.

Terrorismo de Estado: Se da en gobiernos de carácter autoritario y totalitario que ejercen acciones videntes contra sus propios súbditos con la intención de promover y propagar el miedo, el terror, y hacer altamente difícil la oposición política. Ejemplo, Sudamérica a partir de los años 70as, principalmente en Argentina y Chile.

Terrorismo de guerra: Son, prácticamente, asesinatos de civiles en cantidades totales que obliguen a la rendición del enemigo. Ejemplo, el lanzamiento de la bomba atómica en la ciudad de Hiroshima, por parte de Estados Unidos.


Algunos Elementos dentro del Terrorismo

Elementos que benefician o debilitan su entendimiento.

En las diversas definiciones se pueden encontrar los siguientes elementos.

Que benefician:
Perpetrada contra objetivos no combatientes (población civil). Un civil es siempre un no combatiente, aunque el asesinato de un civil en un contexto bélico debe considerarse un crimen de guerra más que un acto terrorista, pero en tiempos de paz un militar es también un no combatiente.

Por ello la definición de la ONU de 1999 incluía entre las posibles víctimas de actos terroristas no sólo a los civiles sino “a cualquier otra persona que no participe directamente en las hostilidades en una situación de conflicto armado”.

Con el propósito de influir en una audiencia. Se ha dicho a menudo que el terrorismo pretende matar a pocos para aterrorizar a muchos. El nuevo terrorismo masivo, cuya manifestación paradigmática fueron los atentados del 11 de septiembre, ha puesto en cuestión la primera parte de esa máxima, pero no la segunda. El objetivo de una acción bélica es conquistar un territorio o poner fuera de combate una unidad enemiga, es decir objetivos físicos. El objetivo del terrorismo es por el contrario aterrorizar a una población para forzar a un gobierno a actuar de determinada manera, es decir un objetivo psicológico. Por ello se denomina acción terrorista aquella cuyos efectos psicológicos son desproporcionados respecto a sus efectos puramente físicos.

Que debilitan:
Violencia premeditada. La gravedad del terrorismo está ligada a su carácter premeditado. Se debe de excluir del concepto terrorismo la violencia que puede surgir de pronto, en el curso de una manifestación por ejemplo, aunque sus resultados puedan ser fatales. Por el contrario, cuando un grupo organizado planea de antemano una acción violenta en la calle, esta puede ser considerada un acto terrorista, aunque no busque provocar muertes. De acuerdo con la posición común del Consejo Europeo, pueden considerarse también actos terroristas los ataques contra la integridad física de una persona, o aquellos años causados a instalaciones públicas o privadas que puedan poner en peligro vidas humanas o causar daños económicos importantes.

Realizada por grupos no estatales o por agentes estatales clandestinos. Puesto que un término que abarca demasiadas contenidos, conviene no confundir terror estatal y terrorismo. Desde el punto de vista del derecho internacional las manifestaciones del terror ejercido por un Estado a través de sus agentes oficiales entran de lleno en los conceptos de crímenes contra la humanidad y de crímenes de guerra. En cambio parece oportuno incluir dentro de los actos terroristas los ejecutados por agentes clandestinos de un Estado. De otra manera sería imposible decidir si un determinado acto, es un acto terrorista, hasta establecer si sus actores son miembros de una organización no estatal o agentes clandestinos de un Estado. Un Estado puede cometer crímenes, incluso crímenes gravísimos como los de guerra y contra la humanidad, a través de sus aparatos oficiales, pero tales crímenes sólo entrarían en la categoría de terrorismo si se realizan mediante agentes clandestinos.

 Argumento de Michael Walzer:
“Una critica a las excusas del terrorismo” (1988)

El autor Michael Walzer (MW) plantea desde el principio el elemento fundamental para entender toda su particular postura acerca de este tema. El menciona que el terrorismo “es una practica indefendible”vii, al ser esta dirigida indiscriminadamente contra la clase en su conjunto con el crudo objetivo de “matar a unas personas para aterrorizar a otras” (71). Menciona también tres características clave para entender el carácter del terrorismo. Estas son su carácter aleatorio, degradante y atemorizador. Se atreve a dar por supuesto, y a mi parecer con muy justificada razón, el principio según el cual cualquier acción terrorista es un acto injusto; pero, “la injusticia de las excusas sin embargo, no puede darse por supuesta: hay que argumentarla”.


Las posibles excusas que, de manera autónoma y sin citas ajenas, pone de manifiesto Walzer para exponer al terrorismo son las siguientes:


1. Es el último recurso ya que se opta por el cuando fracasa todo lo demás.
2. Es aplicable a los movimientos de liberación nacional que luchan contra los Estados poderosos y establecidos. (Aquí según MB, no existe otra alternativa posible) Su excusa es la DEBILIDAD.
3. Solo el terrorismo, y nada más que este funciona. Logra los fines de los oprimidos sin la participación de los mismos.
4. El terrorismo es el recurso universal. La acción política solo funciona generando temor en hombres y mujeres inocentes.x

Al final de exponer lo que para el son las cuatro excusas mas comunes del terrorismo, menciona MW que “ninguna de las cuatro sirve”.xi Me propongo sostener su postura dando finalmente mi análisis y comentarios finales.

¿Por qué hablar de excusas del terrorismo si este ultimo no es ni siquiera una practica aceptable y legítimamente constituida para conseguir y justificar movimientos de liberación nacional, por ejemplo? Por eso apoyo la tesis de Walter al dudar que el terrorismo haya logrado la liberación nacional alguna vez (75), ya que uno como integrante de un Estado con una ideología especifica, cualquiera que esta fuera, no es capaz de sustentar que se puede conseguir la libertad individual o social a través de luchas armadas y privando a otros semejantes del mismo derecho a vivir que poseemos inherentemente todos nosotros.

De igual manera, uno no puede argumentar que simplemente por el hecho y la condición natural de ser más débil y vulnerable que el otro, tengo el derecho y el deber de destruirle para destruir el poder y la sumisión que este pudiere ejercer en algún momento determinado ante mi bienestar. Esa es otra de las tesis de los movimientos religiosos más radicales y fundamentalistas que creen que les da derecho a atentar contra la vida de personas inocentes pertenecientes (y solo por ese hecho) a otro tipo de ideología distinta a la suya.

Finalmente quiero identificar características específicas de lo que el llamado “nuevo terrorismo” tiene a su alcance.

La plantación sumamente cuidadosa del atentado ya que buscan afectar a una gran parte de la población con una sola acción.

La infiltración en la vida diaria y el tan vasto conocimiento que tienen del enemigo.

Las Armas de Destrucción Masiva se encuentran al alcance de los Grupos Terroristas por lo que la amenaza se hace latente.

Actualmente hay redes entre grupos terroristas que traspasan las fronteras de los Estados y esto es lo que hace más difícil la captura de los líderes o militantes.

La selección meticulosa de aquellos individuos que realizaran el acto terrorista.

Al momento de infundir terror y pánico con violencia se aseguran de transmitir su mensaje y de contar con un medio de difusión masiva para hacerlo.


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"El pachuco y otros extremos"
 por  Octavio Paz


Muchas de las reflexiones que forman parte de este ensayo [sobre el carácter mexicano] nacieron fuera de México, durante dos años de estancia en los Estados Unidos. Recuerdo que cada vez que me inclinaba sobre la vida norteamericana, deseoso de encontrarle sentido, me encontraba con mi imagen interrogante. Esa imagen, destacada sobre el fondo reluciente de los Estados Unidos, fue la primera y quizá la más profunda de las respuestas que dio ese país a mis preguntas. Por eso, al intentar explicarme algunos de los rasgos del mexicano de nuestros días, principio con esos para quienes serlo es un problema de verdad vital, un problema de vida o muerte. Al iniciar mi vida en los Estados Unidos residí algún tiempo en Los Ángeles, ciudad habitada por más de un millón de personas de origen mexicano. A primera vista sorprende al viajero--además de la pureza del cielo y de la fealdad de las dispersas y ostentosas construcciones--la atmósfera vagamente mexicana de la ciudad, imposible de apresar con palabras o conceptos. Esta mexicanidad--gusto por los adornos, descuido y fausto, negligencia, pasión y reserva--flota en el aire. Y digo que flota porque no se mezcla ni se funde con el otro mundo, el mundo norteamericano, hecho de precisión y eficacia. Flota, pero no se opone; se balancea, impulsada por el viento, a veces desgarrada como una nube, otras erguida como un cohete que asciende. Se arrastra, se pliega, se expande, se contrae, duerme o sueña, hermosura harapienta. Flota: no acaba de ser, no acaba de desaparecer.


Algo semejante ocurre con los mexicanos que uno encuentra en la calle. Aunque tengan muchos años de vivir allí, usen la misma ropa, hablen el mismo idioma y sientan vergüenza de su origen, nadie los confundiría con los norteamericanos auténticos. Y no se crea que los rasgos físicos son tan determinantes como vulgarmente se piensa. Lo que me parece distinguirlos del resto de la población es su aire furtivo e inquieto, de seres que se disfrazan, de seres que temen la mirada ajena, capaz de desnudarlos y dejarlos en cueros. Cuando se habla con ellos se advierte que su sensibilidad se parece a la del péndulo, un péndulo que ha perdido la razón y que oscila con violencia y sin compás. Este estado de espíritu--o de ausencia de espíritu--ha engendrado lo que se ha dado en llamar el "pachuco". Como es sabido, los "pachucos" son bandas de jóvenes, generalmente de origen mexicano, que viven en las ciudades del Sur y que se singularizan tanto por su vestimenta como por su conducta y su lenguaje. Rebeldes instintivos, contra ellos se ha cebado más de una vez el racismo norteamericano. Pero los "pachucos" no reivindican su raza ni la nacionalidad de sus antepasados. A pesar de que su actitud revela una obstinada y casi fanática voluntad de ser, esa voluntad no afirma nada concreto sino la decisión--ambigua, como se verá--de no ser como los otros que los rodean. El "pachuco" no quiere volver a su origen mexicano; tampoco--al menos en apariencia--desea fundirse a la vida norteamericana. Todo en él es impulso que se niega a sí mismo, nudo de contradicciones, enigma. Y el primer enigma es su nombre mismo: "pachuco", vocablo de incierta filiación, que dice nada y dice todo. ¡Extraña palabra, que no tiene significado preciso o que, más exactamente, está cargada, como todas las creaciones populares, de una pluralidad de significados! Queramos o no, estos seres son mexicanos, uno de los extremos a que puede llegar el mexicano.


Incapaces de asimilar una civilización que, por lo demás, los rechaza, los pachucos no han encontrado más respuesta a la hostilidad ambiente que esta exasperada afirmación de su personalidad. Otras comunidades reaccionan de modo distinto; los negros, por ejemplo, perseguidos por la intolerancia racial, se esfuerzan por "pasar la línea" e ingresar a la sociedad. Quieren ser como los otros ciudadanos. Los mexicanos han sufrido una repulsa menos violenta, pero lejos de intentar una problemática adaptación a los modelos ambientes, afirman sus diferencias, las subrayan, procuran hacerlas notables. A través de un dandismo grotesco y de una conducta anárquica, señalan no tanto la injusticia o la incapacidad de una sociedad que no ha logrado asimilarlos, como su voluntad personal de seguir siendo distintos.


No importa conocer las causas de este conflicto y menos saber si tienen remedio o no. En muchas partes existen minorías que no gozan de las mismas oportunidades que el resto de la población. Lo característico del hecho reside en este obstinado querer ser distinto, en esta angustiosa tensión con que el mexicano desvalido--huérfano de valedores y de valores--afirma sus diferencias frente al mundo. El pachuco ha perdido toda su herencia: lengua, religión, costumbres, creencias. Sólo le queda un cuerpo y un alma a la intemperie, inerme ante todas las miradas. Su disfraz lo protege y, al mismo tiempo, lo destaca y aísla: lo oculta y lo exhibe.


Con su traje--deliberadamente estético y sobre cuyas obvias significaciones no es necesario detenerse--, no pretende manifestar su adhesión a secta o agrupación alguna. El pachuquismo es una sociedad abierta--en ese país en donde abundan religiones y atavíos tribales, destinados a satisfacer el deseo del norteamericano medio de sentirse parte de algo más vivo y concreto que la abstracta moralidad de la "American way of life"--. El traje del pachuco no es un uniforme ni un ropaje ritual. Es, simplemente, una moda. Como todas las modas está hecha de novedad--madre de la muerte, decía Leopardi [poeta y filósofo italiano del siglo XIX]--e imitación.


La novedad del traje reside en su exageración. El pachuco lleva la moda a sus últimas consecuencias y la vuelve estética. Ahora bien, uno de los principios que rigen a la moda norteamericana es la comodidad; al volver estético el traje corriente, el pachuco lo vuelve impráctico. Niega así los principios mismos en que su modelo se inspira. De ahí su agresividad.


Esta rebeldía no pasa de ser un gesto vano, pues es una exageración de los modelos contra los que pretende rebelarse y no una vuelta a los atavíos de sus antepasados--o una invención de nuevos ropajes--. Generalmente los excéntricos subrayan con sus vestiduras la decisión de separarse de la sociedad, ya para constituir nuevos y más cerrados grupos, ya para afirmar su singularidad. En el caso de los pachucos se advierte una ambigüedad: por una parte, su ropa los aísla y distingue; por la otra, esa misma ropa constituye un homenaje a la sociedad que pretenden negar.


La dualidad anterior se expresa también de otra manera, acaso más honda: el pachuco es un clown impasible y siniestro, que no intenta hacer reír y que procura aterrorizar. Esta actitud sádica se alía a un deseo de autohumillación, que me parece constituir el fondo mismo de su carácter: sabe que sobresalir es peligroso y que su conducta irrita a la sociedad; no importa, busca, atrae la persecución y el escándalo. Sólo así podrá establecer una relación más viva con la sociedad que provoca: víctima, podrá ocupar un puesto en ese mundo que hasta hace poco lo ignoraba; delincuente, será uno de sus héroes malditos.


La irritación del norteamericano procede, a mi juicio, de que ve en el pachuco un ser mítico y por lo tanto virtualmente peligroso. Su peligrosidad brota de su singularidad. Todos coinciden en ver en él algo híbrido, perturbador y fascinante. En torno suyo se crea una constelación de nociones ambivalentes: su singularidad parece nutrirse de poderes alternativamente nefastos o benéficos. Unos le atribuyen virtudes eróticas poco comunes; otros, una perversión que no excluye la agresividad. Figura portadora del amor y la dicha o del horror y la abominación, el pachuco parece encarnar la libertad, el desorden, lo prohibido. Algo, en suma, que debe ser suprimido; alguien, también, con quien sólo es posible tener un contacto secreto, a oscuras. Pasivo y desdeñoso, el pachuco deja que se acumulen sobre su cabeza todas estas representaciones contradictorias, hasta que, no sin dolorosa autosatisfacción, estallan en una pelea de cantina, en un "raid" o en un motín. Entonces, en la persecución, alcanza su autenticidad, su verdadera ser, su desnudez suprema, de paria, de hombre que no pertenece a parte alguna. El ciclo, que empieza con la provocación, se cierra; ya está listo para la redención, para el ingreso a la sociedad que lo rechazaba. Ha sido su pecado y su escándalo; ahora, que es víctima, se le reconoce al fin como lo que es: su producto, su hijo. Ha encontrado al fin nuevos padres.


Por caminos secretos y arriesgados el "pachuco" intenta ingresar a la sociedad norteamericana. Mas él mismo se veda el acceso. Desprendido de su cultura tradicional, el pachuco se afirma un instante como soledad y reto. Niega a la sociedad de que procede y a la norteamericana. El "pachuco" se lanza al exterior, pero no para fundirse con lo que lo rodea, sino para retarlo. Gesto suicida, pues el "pachuco" no afirma nada, no defiende nada, excepto su exasperada voluntad de no ser. No es una intimidad que se vierte, sino una llaga que se muestra, una herida que se exhibe. Una herida que también es un adorno bárbaro, caprichoso y grotesco; una herida que se ríe de si misma y que se engalana para ir de cacería. El "pachuco" es la presa que se adorna para llamar la atención de los cazadores. La persecución lo redime y rompe su soledad: su salvación depende del acceso a esa misma sociedad que aparenta negar. Soledad y pecado, comunión y salud, se convierten en términos equivalentes.


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 MENOS CONDOR Y MAS HUEMUL
por Gabriela Mistral




Los chilenos tenemos en el cóndor y el huemul de nuestro escudo un símbolo expresivo como pocos y que consulta dos aspectos del espíritu: la fuerza y la gracia. Por la misma duplicidad, la norma que nace de él es difícil. Equivale a lo que han sido el sol y la luna en algunas teogonías, o la tierra y el mar, a elementos opuestos, ambos dotados de excelencia y que forman una proposición difícil para el espíritu.



Mucho se ha insistido, lo mismo en las escuelas que en los discursos gritones, en el sentido del cóndor, y se ha dicho poco de su compañero heráldico, el pobre huemul, apenas ubicado geográficamente.


Yo confieso mi escaso amor del cóndor, que, al fin, es solamente un hermoso buitre. Sin embargo, yo le he visto el más limpio vuelo sobre la Cordillera. Me rompe la emoción el acordarme de que su gran parábola no tiene más causa que la carroña tendida en una quebrada. Las mujeres somos así, más realistas de lo que nos imaginan...



El maestro de escuela explica a sus niños: "El cóndor significa el dominio de una raza fuerte; enseña el orgullo justo del fuerte. Su vuelo es una de las cosas más felices de la tierra".


Tanto ha abusado la heráldica de las aves rapaces, hay tanta águila, tanto milano en divisas de guerra, que ya dice poco, a fuerza de repetición, el pico ganchudo y la garra metálica.

Me quedo con ese ciervo, que, para ser más original, ni siquiera tiene la arboladura córnea; con el huemul no explicado por los pedagogos, y del que yo diría a los niños, más o menos: "El huemul es una bestezuela sensible y menuda; tiene parentesco con la gacela, lo cual es estar emparentado con lo perfecto. Su fuerza está en su agilidad. Lo defiende la finura de sus sentidos: el oído delicado, el ojo de agua atenta, el olfato agudo. El, como los ciervos, se salva a menudo sin combate, con la inteligencia, que se le vuelve un poder inefable. Delgado y palpitante su hocico, la mirada verdosa de recoger el bosque circundante; el cuello del dibujo más puro, los costados movidos de aliento, la pezuña dura, como de plata. En él se olvida la bestia, porque llega a parecer un motivo floral. Vive en la luz verde de los matorrales y tiene algo de la luz en su rapidez de flecha".

El huemul quiere decir la sensibilidad de una raza: sentidos finos, inteligencia vigilante, gracia. Y todo eso es defensa, espolones invisibles, pero eficaces, del Espíritu.

El cóndor, para ser hermoso, tiene que planear en la altura, liberándose enteramente del valle; el huemul es perfecto con sólo el cuello inclinado sobre el agua o con el cuello en alto, espiando un ruido.

Entre la defensa directa del cóndor, el picotazo sobre el lomo del caballo, y la defensa indirecta del que se libra del enemigo porque lo ha olfateado a cien pasos, yo prefiero ésta. Mejor es el ojo emocionado que observa detrás de unas cañas, que el ojo sanguinoso que domina sólo desde arriba.

Tal vez el símbolo fuera demasiado femenino si quedara reducido al huemul, y no sirviera, por unilateral, para expresión de un pueblo. Pero, en este caso, que el huemul sea como el primer plano de nuestro espíritu, como nuestro pulso natural,.y que el otro sea el latido de la urgencia. Pacíficos de toda paz en los buenos días, suaves de semblante, de palabra y de pensamiento, y cóndores solamente para volar, sobre el despeñadero del gran peligro.

Por otra parte, es mejor que el símbolo de la fuerza no contenga exageración. Yo me acuerdo, haciendo esta alabanza del ciervo en la heráldica, del laurel griego, de hoja a la vez suave y firme. Así es la hoja que fue elegida como símbolo por aquéllos que eran maestros en simbología.

Mucho hemos lucido el cóndor en nuestros hechos, y yo estoy por que ahora luzcamos otras cosas que también tenemos, pero en las cuales no hemos hecho hincapié. Bueno es espigar en la historia de Chile los actos de hospitalidad, que son muchos; las acciones fraternas, que llenan páginas olvidadas. La predilección del cóndor sobre el huemul acaso nos haya hecho mucho daño. Costará sobreponer una cosa a la otra, pero eso se irá logrando poco a poco.

Algunos héroes nacionales pertenecen a lo que llamaríamos el orden del cóndor; el huemul tiene, paralelamente, los suyos, y el momento es bueno para destacar éstos.

Los profesores de Zoología dicen siempre, al final de su clase, sobre el huemul: una especie desaparecida del ciervo.

No importa la extinción de la fina bestia en tal zona geográfica; lo que importa es que el orden de la gacela haya existido y siga existiendo en la gente chilena.


El Mercurio, 11 de-julio de 1925

Santiago de Chile


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